En este texto se ponen de manifiesto flagrantes contradicciones entre la invocación de la democracia y las prácticas imperialistas de la actual política estadounidense. Concluye señalando que el futuro de la humanidad debe cifrarse en el entendimiento entre los pueblos y no en la "excesiva confianza en las leyes inexorables de la historia" ni en la propensión a percibir en los grandes proyectos técnicos la solución de todos los problemas sociales.
La autora de este trabajo destaca las principales preocupaciones de esta pensadora y mística en torno a la necesidad de subordinar los medios políticos y técnicos a los fines vitales del hombre. En particular señala como el mayor peligro la desaparición del pensamiento reflexivo, que confiere autenticidad a la vida humana.