En este trabajo se muestra que, si se lleva a su conclusión lógica la máxima de Quine, “Ningún enunciado es inmune a la revisión” (es decir, a que la propia máxima quineana no es inmune a la revisión), desemboca una situación paradójica. Tal paradoja es, no obstante, inofensiva para la máxima de que “Ningún enunciado es inmune a la revisión” porque no la autorrefuta.