Diálogo de poetas

Antes que la industriosidad, Antonio Deltoro (Ciudad de México, 1947) ha privilegiado la laboriosidad. Si hay acción ésta apenas logra distinguirse del reposo: la poesía como una prolongada sedimentación de lo real. La textura resinosa o ambarina de la obra de Deltoro permite a los seres, objetos y sensaciones apresados en ella— o, mejor dicho, repantigados— desafiar la liquidez de nuestra época. A la luz meridiana, pero estroboscópica, de sus poemas, todo cuanto acontece es fruto de una sosegada contemplación. Podríamos imaginar a Deltoro recostado a la sombra del mundo, aguardando el instante en que las imágenes se depositan silenciosa y blandamente en su regazo. 

Cercanos en su tono celebratorio y en su ligereza formal a las Odas elementales de Pablo Neruda, los siguientes inéditos constituyen estudios domésticos de campo. Las cosas, en tanto objetos de estudio y de canto, se revelan como el vaso "transparente,/ cóncavo y limpio,/ hospitalario y cilíndrico" de que habla nuestro autor: sus entralas son su superficie. el resultado está, literalmente, a la vista. Ni hipóstesis de trabajo ni tesis científicas, sino una gozosa pero aguda demora en la inducción: poner sobre la mesa de vidrio del poema el principio particular de lo observado.

 

Hernán Bravo Varela

Autor: 
Antonio Deltoro
Número de revista: 
112
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